Si antes era un lujo aburrirse, hoy en día tienes que estar haciendo algo constantemente.
¿Nos hemos equivocado en algo? si, posiblemente, en creer que si no hacemos algo o no estamos on line todo el día, dejamos de existir, mientras que es al revés.
Dejas de existir cuando pierdes el control de tu vida, de tu tiempo, de tu paz interior, y sobre todo, de tu privacidad.
Soltar la atención del mundo ahí fuera ayuda a la concentración, a mantener serenidad, a desarrollar cualidades y talentos, a leer, a tocar instrumentos, a crear olvidándote del tiempo, a estar en la naturaleza, a pasear, a tener relaciones y amistades sanas…
La genialidad se cultiva en solitario, sabiendo enfocarse dentro de uno mismo, sabiendo vivir el tiempo que nos es dado. El tiempo es un regalo que deja de existir cuando trascendemos a la vida espiritual. El tiempo vivido en la privacidad es un tesoro que nos llevamos como parte de la sabiduría del amor cuando nos entregamos a la vida y a alguien (no tiene que ser pareja).
Genialidad y tiempo unidos te dan la dimensión de la autorrealización de la plenitud máxima de tu estado creativo para la manifestación de la especialidad de tu alma. Es decir, un estado contemplativo infinito de tu ser en estado físico creando algo nuevo. Para simplificarlo más, la razón de encarnar: sentir que existes y que tu vida es única y valiosa.
El tiempo que nos dedicamos es parar literalmente ese «tiempo» y abrirnos al espacio de nuestra alma para sentir la vida que nos ofrece crecer, crear, ser, pensar, desarrollar un lenguaje, sanar, amar, disfrutar, aprender… pero desde la observación de uno mismo para uno mismo. Es un tiempo sagrado. Tomas consciencia de tu propia dimensión.
Otros aspectos de nuestro ser, durante este tiempo sagrado, trabajan en nuestro desarrollo para alinearnos a la mejor versión y línea evolutiva. A veces, no nos damos cuenta. Otras, paramos el tiempo para avanzar en la vida y consciencia de lo que realmente somos, nos conectamos al espíritu, a la Verdad Divina. Necesitamos desconectar nuestra atención del mundo mundano para acercarnos a nuestra Divinidad y alimentarnos de ella.
Podría ser una pequeña muerte para darnos cuenta que estábamos «perdiendo el tiempo» en algo superfluo y necesitamos alinearnos a nuestra mejor versión. Morir nos conecta a la verdadera razón de vivir. Cuando somos conscientes del valor de nuestra vida, no perdemos el tiempo, sino que lo valoramos como oportunidad sagrada para existir.
Existir es tomar consciencia de la oportunidad de conectarte con la creación en acto: la energía de la magia. Existir es mágico. ¡Nadie sabe cómo funciona y todos somos parte de ese aliento divino! Saber que estás conectado a la magia de la existencia es un camino de conexión interior, de pureza y respeto por tu intimidad. Vivir sin que nadie te lo cuente y compartir lo que únicamente quieres dar sin que se viole tu privacidad, tu tiempo y tu inteligencia.
La magia te abre a imaginar, a descubrir nuevos aspectos de ti, a jugar a la vida sin vergüenza de ser visto porque estás jugando a ser tu niño interior. Nuestra alma es una forma de magia, de luz que se transforma, somos un milagro de la vida. Conecta con tu energía más íntima para que cambies la forma en que ves el mundo, no al revés.
La magia existe como una energía consciente del Universo. Podemos conectarnos a ella y transformanos en una sinfonía de talentos y habilidades que aún desconocíamos de nosotros mismos. La magia es consciencia que espera ser captada por un alma que desea manifestar lo increíble. Es la energía de la solución que no tiene explicación. Ahí donde no sabemos explicar el misterio de la vida pero que ahí está evidente y claro, eso es magia y está disponible para aquel que está receptivo desde su conexión y enfoque de su espacio sagrado.
Podemos hacer milagros cuando nos alineamos a estados de consciencia de trascendencia.
Mantén tu vida con discreción, entra en tu tiempo-no tiempo sin prisas y en la privacidad para crear, sé el misterio y la magia encarnada y comparte tus milagros con la humanidad. Te sorprenderás, y esto, es lo que no hay que perder en la vida: verla con sorpresa.
Esos momentos son los que grabas en el alma y resuenan como la melodía más dulce en el Universo.